Desde que llegué a casa, he podido ver a muchos amigos de la misión. Muchos asistieron a BYU como yo. A otras personas las vi en nuestra reunión misional, que tuvo una gran asistencia en abril de 2017, cerca de la Conferencia General, poco después de haber regresado a casa. Pude ver a la familia Alvarez de Monterreal cuando vinieron a Utah en su viaje por carretera en marzo 2017 para visitar a su hija hace un par de años. El padre era el mismo presidente de rama con quien vivimos durante mucho tiempo (Ver "Congelados, Lodosos, y Mudándonos"). El Élder Z. (quien también asistió a BYU) y yo almorzamos con ellos y su hija. No sabía esto de antemano, pero descubrí que su hija estaba haciendo un estudio en el extranjero en Utah (que debería haber sido la razón obvia por la que se molestaron en venir a Utah). Se hizo más evidente cuando su inglés era asombrosamente casi perfecto y su español se había vuelto sorprendentemente mediocre. Una cosa era para nosotros olvidar el inglés, pero era extraño ver a un mexicano olvidar el español tan rápido por alguna razón. Sabía que habían estado en mi vecindario durante la Navidad gracias a Facebook, pero no supe por qué hasta que pregunté. ¡La hija del presidente Álvarez estaba estudiando en Olympus High School! ¡La misma prepa de la que me gradué yo (Ver "6ta Área: San José, Reynosa" y "Llamamiento Misional: Reynosa, México")! Sabes, solía pensar que el mundo era un lugar muy grande, pero cuanta más gente conozco, más me doy cuenta de que es todo lo contrario. Especialmente en BYU. Siempre conoces a personas que conocen a alguien que conoces.
Han pasado años desde que volví a casa de la Misión México, Reynosa. Durante ese tiempo, me encontré con muchos más amigos y viejos compañeros, muchos de los cuales ahora están casados y algunos tienen hijos. Todavía me mantengo en contacto con muchos de ellos y mi amor y respeto por ellos es eterno. Realmente no tengo palabras para describir cómo me siento al verlos con sus propias familias cuando en realidad no hace tanto tiempo que estábamos caminando por el desierto y las inundaciones juntos enseñando a la gente acerca de Jesucristo. Y ahora, con todas las lecciones aprendidas y la experiencia adquirida, tenemos la oportunidad de poner esas habilidades en práctica en nuestras propias familias. Como dije antes, la verdadera misión comienza después de la misión. En el tiempo del Señor y con fe y obras de nuestra parte, sé que nuestro Padre Celestial tiene un plan de felicidad para cada uno de nosotros.