Muchos han aconsejado a los ex misioneros a lo largo de los años: cómo adaptarse mejor a la vida en casa, cómo mantener buenos hábitos, cómo servir, etc. Para los misioneros que están a punto de irse a casa, una última entrevista con el presidente de misión es tradicional para hablar sobre los planes y expresar los últimos pensamientos y sentimientos, así como para recibir consejos. Mi entrevista final fue también mi segunda entrevista en toda mi misión. Había conseguido una entrevista con el Presidente Morales a unos tres meses de la misión en Río Bravo. Mi segunda y última entrevista fue con el nuevo presidente de la misión, el Presidente Regalado, quien acababa de reemplazar al Presidente Morales menos de una semana antes, cuando los Morales terminaron su servicio de 3 años. No sabíamos mucho el uno del otro, pero había un sentimiento de amor en esa entrevista. No fue una entrevista particularmente larga en lo más mínimo. No me preguntó cuáles eran mis planes después de volver a casa, dónde estaría estudiando o trabajando, ni nada por el estilo típico de las entrevistas finales. Dado que no nos conocíamos y él era nuevo en ser presidente de misión, no me quejo. En cambio, simplemente nos sentamos juntos y hablamos brevemente.
El espíritu en su oficina era tan fuerte. Además de mi “no entrevista” en Bugambilias como Líder de Distrito, esta fue solo mi segunda vez en la oficina del Presidente de Misión. Estaba en un estado de shock surrealista pero tan feliz que no tenía mucho que decir. Solo quería sentarme allí y recordarlo. Mientras que algunas personas en el mundo sacan sus teléfonos para capturar un momento, yo prefiero ver las cosas a medida que suceden; eso es lo que era estar sentado allí y sumergirse. El Presidente Regalado simplemente me preguntó cómo me sentía, me agradeció por mi servicio y me preguntó si estaría bien darme una última bendición del sacerdocio mientras estuve allí. Quería gritar: “¡Por favor! ¡Sí, por favor!" porque quería la paz que la acompañaba. Pero solo asentí con la cabeza. Esa bendición fue una de las más hermosas que jamás haya recibido. Fue como lo que los nefitas dijeron de Cristo cuando visitó las Américas y oró por ellos: “Y la lengua no puede expresar las palabras que oró, ni pueden ser escritas por hombre alguno las palabras que oró. No obstante, tan grandes y maravillosas fueron las palabras que oró, que no pueden ser escritas, ni tampoco puede el hombre expresarlas” (3 Nefi 19:32,34). En resumen, me bendijo por mi fiel servicio y que seguiría siendo bendecido en el futuro y perseveraría hasta el fin. Me levanté y le di un abrazo y todavía me faltaban las palabras para decir, completamente absorto en el momento, sin querer perderme ni un ápice de detalle: el brillo de su escritorio, la textura de la pared, el color de los asientos y el sensación de la tela.
Sabía que la misión México, Reynosa estaba en buenas manos y sabía que yo había servido bien. No me arrepiento. Vidas bendecidas. El reino creció. Mi vida nunca volvería a ser la misma.
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